sábado, 12 de mayo de 2018

Santorini, la isla de las puertas abiertas al mar.

Santorini, la isla de las puertas abiertas al mar.

La isla de Santorini es parte de la pared de un cráter de volcán sumergido parcialmente. Por ello su forma alargada, curvada y con grandes paredes verticales en la parte interior del cráter y laderas más suaves hacia el exterior del cráter. Su capital Thira está situada en la parte superior de un gran acantilado.


 Sus colores son el blanco de sus paredes y tejados y el azul que resalta en puertas, cupulas y se refleja en el azul del mar.

El ascenso a la ciudad  desde el mar se realiza andando o en mulo por el camino de escaleras marcado en zigzag  y también es posible subir en teleférico.

A pesar de la calima, quería recoger en la foto la curvatura de la isla, para cerrar el crater sumergido en el agua.

Reata de mulos guiados por un mulero subiendo para recogerse, se ha pasado la hora de llegadas masiva de turistas que traen los cruceros.

Hay que perderse en sus calles, una vez más.
La pequeña chimenea y la cupula de la Catedral ortodoxa.

Iglesia católica de San Juan Bautista.
Las calles comerciales están empedradas y la vendedora se camufla entre sus vestidos exclusivamente blancos.

La Catedral Ortodoxa con un vigilante

que junto a estos dos vigilan el volcan.

Colorida cúpula del interior de la catedral y

la lámpara de cristales de colores que cuelga de la cúpula.

La puerta de salida de la Catedral también nos muestra el mar.

 He dejado la parte llana de la ciudad y me adentro por un mar de escaleras en la ladera del acantilado.

 Aúnque parezca extraño todavía aparece alguna casa sin reformar.

Los accesos a las casas son auténticos laberintos

y también un buen número de puertas dinteladas que dan paso a las escaleras y terrazas que conducen a las casas, hoteles y restaurantes

y que dan mucho juego a los turistas

hasta que se deciden a traspasarlas para tomar sus mejores fotos.

Otras marcan su territorio,


las hay con dinteles en forma de frontón

y las originales

A la  gente les gustan los rincones especiales, supongo que para el romanticismo.


La yuca plantada en un tiesto quiere ganarse su espacio.

La ciudad crece hacia abajo del acantilado como si cada edificio no quisiera perderse un nuevo despertar del volcán.

Este rincón me gustó por qué me sentaría a contemplar como el mar y la tierra se unen como si de una línea se tratará.


De vuelta a la parte alta para coger el teleférico que nos conducirá de nuevo a la orilla del mar. En esta foto se aprecia la escasa anchura de la isla que oscila entre dos y cuatro kilometros.

Días después en Atenas, tomamos un vino blanco seco en la cena elaborado en esta isla de tierra y piedra volcánica. La producción del vino en la isla es muy antigua y las cepas se moldean en forma circular para protegerlas de los vientos y que el rocío sea quien les aporte el agua necesaria La producción del vino es muy similar al que se produce en Lanzarote.

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